Occidente, democracia y alteridad
Fecha
2010-01-05Autor
Palabras Clave
orden político, alteridad, multiculturalidad, democracia, occidentePolitic order, Alterity, Multiculturality, Democracy, Occident
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Hemos partido en anterior reflexión (Pino, 2005) de dos estatuas fragmentadas en Caracas: la del Almirante Cristóbal Colón, derribada por la violencia de grupos anarquizados, quienes vieron en el navegante “un imperialista, un genocida y un conquistador”; y aquélla de la Reina indígena María Lionza hecha también pedazos por la desidia de las instituciones oficiales. Ambas, fragmentadas por las tensiones políticas de un país que continúa buscando un rumbo. En un interesante, y alo mejor ocioso, ejercicio de ficción, quisimos recoger esos múltiples fragmentos para, sin amputar ni uno solo de ellos, construir una obra inédita: compleja, abigarrada, plural y múltiple como la sensibilidad que escribe nuestra época. Partiendo de esta alegoría hemos afirmado que la América del siglo XXI sólo puede pensarse desde la alteridad, que hemos propuesto abordar desde tres “atalayas”: la simbólica, la sociológica y la política, insertando el discurso multicultural como pivote de nuestra refl exión. Esta multiculturalidad es para nosotros de difícil comprensión fuera de las prácticas democráticas, entendidas como gestión de las diferencias bajo el mandato de la norma ciudadana. En la presente reflexión, partiendo igualmente de la articulación de esa tríada de nociones, y conservando las tres “atalayas” ya propuestas, hemos privilegiado la atalaya política; y dentro de esta perspectiva política, que de hecho es democrática, hemos querido utilizar una nueva palanca metodológica al introducir la idea de Occidente como contexto teórico. Entendiendo que el occidente es un orden político que no puede ser definido culturalmente pues se caracteriza, justamente, por ser una realidad multicultural. Se trataría de ese espacio político, y no geográfico, donde se integran todas aquellas sociedades que han escogido la norma democrática como forma de convivencia social. Se trata de reivindicar, desde esta perspectiva desarrollada recientemente por Fernando Mires (2007), al Occidente como el único orden político que permite el desarrollo de la multiculturalidad y, por ende, de las diferencias, las cuales son esenciales para la vida democrática. Pero ellas, sin la democracia, serían un verdadero infierno, como lo testimonian tantas sociedades, pueblos y culturas que no conocen el reconocimiento del otro pero sí su exterminio.
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Otros Títulos | Occident, democracy and alterity |
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Resumen en otro Idioma | In a previous reflection (Pino, 2006), we start from two fragmented statues in Caracas: the one of Admiral Christopher Columbus, that was pulled down by the violence of anarchized groups, who saw in the navigator “an imperialist, a genocide and a conqueror”; and that one of the Queen María Lionza also shattered by the indolence of the offi cial institutions. Both statues were fragmented because of the political tensions of a country that continues seeking its own course. In an interesting, and maybe idle, fiction exercise, we wanted to gather those multiple fragments to, without amputate a single one of them, construct an unpublished work: complex, variegated, plural and multiple as the sensibility that writes our times. Starting since this allegory we have affirmed that the America of the Twenty-fi rst Century only can be thought since the alterity, that we have proposed that may be tackle since three “watchtowers”: the symbolic, the sociologic and the politic, inserting the multicultural discourse as pivot of our reflection. This multiculturality is for us of difficult comprehension outside the democratic practices, which are understood as management of the differences under the mandate of the citizenship norm. In the present reflection, starting also since the articulation of that triad of notions, and preserving the three “watchtowers” already proposed, we have privileged the political watchtower; and within this political perspective, that in fact it is democratic, we have want to utilize a new methodological handle introducing the idea of Occident as historical context; understanding that the Occident is a political order that can not be defined culturally because it is characterized, precisely, as a multicultural reality. It would refer to that political space, and not geographic, where it is integrated all those societies that have chosen the democratic norm as form of social conviviality. It is and intent to vindicate since thisperspective, developed recently by Fernando Mires (2007), the Occident as the unique political order that allows the development of the multiculturality and, in consequence, of the differences, which are essentials to the democratic life. But those, without the democracy, would be a real hell, as it is attest by so many societies, peoples and cultures that do not know the recognition of the other but its extermination. |
Colación | 137 - 158 |
Publicación Electrónica | Revista Dikaiosyne |
Sección | Revista Dikaiosyne: Artículos |